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COVID-19 en las comunidades aborígenes.
Las noticias que nos llegan del norte Salteño son desalentadoras, no vamos a maquillarlas. El covid-19 ha entrado con fuerzas en las comunidades indígenas, haciendo desaparecer junto a los ancianos, su historia, grandes fragmentos de su cultura y su legado.
Luis María de la Cruz, quien tiene presencia en la zona desde hace más de 4 décadas nos cuenta que su trabajo es coordinar el sistema de monitoreo y alerta temprana del río Pilcomayo, “un modelo de participación autogestionado que nació de una iniciativa comunitaria, apoyada por una fundación. Hace 10 años funciona de manera autónoma. Forma parte de la plataforma de Redes Chaco”.
Mas allá del trabajo per sé, lo que más relevancia tiene para él son las relaciones y conexiones humanas que logró construir con el correr de los años, con el hecho de estar allí: “Dándole al ¨Estar¨ un significado ontológico en la manera de relacionarse con las demás personas”.
Luis se convirtió, amablemente, en nuestra línea directa para saber qué sucede dentro de las comunidades, a pesar del difícil momento que atraviesa a nivel personal: “Vivo la muerte de cada uno de los que conozco, como un acortamiento de mi propia vida. Ahora, el COVID19 se va a llevar a muchos de ellos y no tan ancianos, ya que las condiciones de alimentación y salud, bien sabes, en el Pilcomayo no son de las mejores”. “Muchas de las personas ancianas que ya se fueron eran conocidos míos de mucho tiempo y de mucho estar. Mi relación con el Pilcomayo (como mundo de gente, no solo como río) va pasando los cuarenta años, y puedes imaginar que hay muchos lazos estrechos trenzados en ese camino”.
Queremos compartir además, dos párrafos escritos por él, que nos calaron muy hondo, y nos llenaron de una profunda tristeza, pero con un golpe de realidad: “Creo que lo único que se puede hacer es trabajar con la formación de los líderes jóvenes; porque esto, de aquí a fin de año, se lleva a todos los ancianos y mayores. Con ellos se va la sabiduría de años y se pierden muchos valores. Nos avecinamos a un cambio radical y hay que preparar a la gente para eso. Nosotros también tenemos que prepararnos para ese cambio, que puede ser muy profundo, después de tantos años de exclusión y de conflictos”. “Es la dinámica de la vida, es la palabra precisa en el momento oportuno, que da la larga experiencia y la mirada profunda desde lejos, desde el que ya no tiene pasiones y puede ver el mundo de otra manera. Eso es lo que perdemos. Por ejemplo, Cornelio Segundo no era ningún contador de historias; sin embargo, ante alguna circunstancia específica, decía las palabras correctas, justas para el momento, y cambiaba la historia. Eso no se puede registrar, eso es la vida. La antropología intentó registrar saberes, y, sin dudas, registró mucho, pero son cuentos, historias, no es la palabra necesaria en el momento que hay que darla. Por eso es tan difícil y penoso formar a los nuevos líderes, porque no vamos a tener esas palabras. Es un abismo que se abre por delante, sin respuestas preconcebidas, en donde habrá que encontrar los nuevos caminos”.
Luis con las palabras justas, descubre lo que otros tapan. Expresa lo que otros callan quizás por incredulidad, quizás por miedo.
Desde Arte y Esperanza le agradecemos la oportunidad de difundir su sabiduría y sus reflexiones, que tanto nos hacen pensar en las comunidades. Si bien la pandemia afecta al mundo entero, en el caso de las comunidades se exacerba al tener pocos recursos: “La están pasando mal, sin dudas; pero hay que saber que este es recién el comienzo”.
Lic. Daniela Peña.